Quizás hayan sido olvidadas, pero estaban ahí

Quizás hayan sido olvidadas, pero estaban ahí Dunen Muelas Pueblo Arhuaco

Dunen Muelas

Pueblo Arhuaco

15.9.22

El Movimiento Indígena ha madurado también una agenda de mujer. Tras la orden de la Corte Constitucional de crear un programa de protección de los derechos de las mujeres indígenas desplazadas y en riesgo de estarlo, se empezaron a consolidar las propuestas que debían atender las problemáticas específicas de esta población. Después de dicho programa, vino a conformarse la Comisión Nacional de Mujeres Indígenas de la Mesa Permanente de Concertación, la cual tuvo ya una incidencia en la formulación de los acuerdos que debían estar incluidos en los planes nacionales de desarrollo de los últimos Gobiernos. La acción y el pensamiento de las mujeres en el Movimiento Indígena, no obstante, no son nada recientes: esta misma memoria ya ha recogido algunas de las intervenciones fundamentales que han hecho ellas a lo largo de la historia, partiendo de la Revolución Comunera del sur, y pasando por eventos contemporáneos como la creación de la ONIC o la toma del Episcopado. A propósito, Dunen Muelas nos hace un recuento de los antecedentes, los orígenes y la evolución de la Comisión Nacional de Mujeres Indígenas, relatándonos, de paso, un fragmento de su propia biografía.

1.

Empecé a trabajar en la Comisión Nacional de Mujeres en el 2017. El equipo estaba buscando un apoyo técnico para ajustar el Plan de Acción del Programa de Mujeres Indígenas Desplazadas y en Riesgo de Estarlo y, por casualidad, estaba en la reunión. Me propusieron hacerlo y yo acepté, muy emocionada. Ha sido un momento importante para mí, porque el trabajo de investigación que hago es alrededor de mujeres indígenas y metodologías propias. Entonces fue la oportunidad de trabajar con las protagonistas, de aprender y de compartir con lideresas de larga trayectoria en el Movimiento Indígena. Fue un reto muy bonito, pero ese espacio es un proyecto sin financiación; entonces, el trabajo que uno hace allí (y hay mucho trabajo) a veces es reconocido y a veces no. En todo caso, lo que más me importa es la oportunidad que hay ahí, y que es un tema que me gusta mucho.

2.

Antes de hablar del presente, hay que recordar las reivindicaciones y luchas que han dado las mujeres mayores, entre las cuales muchas ya no nos acompañan. Pero es muy bonito ver cómo en la historia, en los momentos cruciales, por ejemplo, en un momento tan importante para el Movimiento Indígena como la toma del Episcopado, que dio lugar a la creación de la Mesa Permanente de Concertación [MPC], había mujeres sentadas, tomándose los espacios con los hombres. Quizás no son visibles en muchos relatos y quizás hayan sido olvidadas, pero estaban ahí.

En un trabajo que hicimos con la universidad −eso fue hace muchos años, en el 2011−, visitamos Puerto Inírida y conocimos una lideresa que se llama Irene Rojas; es una mujer del departamento, pero no recuerdo ahora el pueblo al que pertenece. Escuchamos de ella cómo se habían creado esos espacios, y lo que se puede entender es que, aunque no haya sido en un lugar visible, las mujeres estuvieron ahí, además de cocinando, aportando ideas, aportando fortaleza. Uno puede verlo en las mingas; se puede ver que además de cocinar, las mujeres tienen argumentos, propuestas, y unas necesidades que a veces no se escuchan. 

Entonces, creo que, si bien hay muchos retos, se han logrado muchas cosas que antes eran impensables, por ejemplo, hablar sobre derechos de mujeres. A veces había desconfianza porque decían que un discurso de mujer podía romper con el sujeto colectivo, pero las mismas mujeres han dicho: “No, eso antes nos fortalece; si las mujeres estamos bien, nuestros hijos van a estar bien y en consecuencia nuestros pueblos van a estar bien”. Creo que las mujeres han sido indígenas muy creativas, y esto ha llevado a que haya un reconocimiento sobre lo que son, y un reconocimiento actual en el movimiento. 

3.

Han sido muy importantes las reivindicaciones de las mujeres mestizas, porque también nos han permitido decirle al movimiento: “¡Pilas!, que, si el movimiento se queda corto en una agenda de mujer indígena, esto va a tener un costo político muy alto”. Entonces, ¿cómo lograr que los compañeros hombres vean una agenda de mujer como una fortaleza del Movimiento Indígena? 

Ha habido mujeres no indígenas peleándose los espacios de participación, pero hay que señalar que ha habido una tensión por las distintas visiones que se tienen. Por algo, las mujeres indígenas encuentran espacio para sus propuestas en el marco del Movimiento Indígena y no en el del movimiento de mujeres. Una de las tensiones, por ejemplo, que yo he logrado identificar, es que muchas veces la mujer no indígena no comprende la visión que tienen las compañeras sobre ellas mismas como individuos, sobre sus hijos o sobre sus mayores. Les dicen entonces: “Bueno, pero piensen en ustedes, dejen de pensar en el hijo, en el esposo o el abuelo; piensen en ustedes como sujeto individual y ya”. Pero cómo le dice uno esto a una abuela: que solo debe pensar en ella. Muchas veces las compañeras no indígenas no lo entienden y hemos tenido discusiones muy difíciles. Ellas dicen: “Es que ustedes están reproduciendo el lugar que ha tenido la mujer históricamente”. Pero no es así. 

Otra cosa es que, en los temas que maneja la Comisión, también las lideresas insisten mucho en decir: “Por supuesto que los hombres tienen que aprender mucho sobre nuestros temas, hay que enseñarles, pero nuestra estrategia no va a ser atacarlos, porque nos cierran todos los espacios. Tenemos que ir por los lados, metiendo nuestras propuestas, haciendo sensibilización”. Esto me parece muy interesante. No podemos decir que todas las mujeres indígenas actúan de la misma manera con esta estrategia, porque en algunos territorios hay mujeres que han emprendido otras reivindicaciones más directas. Esto es respetable, pero, desde la Comisión, desde las organizaciones, las lideresas han invitado a tener otras estrategias, para posicionar nuestros temas al lado de los de los compañeros.

4.

La Comisión Nacional de Mujeres Indígenas se creó porque, en el 2004, la Corte Constitucional, en el marco de la Sentencia T025, declaró el estado de cosas inconstitucional por todo lo que pasaba. Colombia estaba muy mal por todo el conflicto vivido. Había denuncias de muchas mujeres indígenas en ese momento. Entonces, a raíz de la T025 y de otras denuncias de mujeres indígenas, afros y campesinas, la Corte expidió un auto que es el 092 de 2008, y en ese Auto ordenó la creación de 13 programas. Uno de esos programas es el de protección de derechos de las mujeres indígenas desplazadas y en riesgo de estarlo. Me parece que este fue un hito en la historia de las políticas públicas y de derechos de las mujeres en Colombia porque, por primera vez, se hizo una consulta previa con las mujeres indígenas. ¿Qué acciones querían las mujeres indígenas que quedaran en un programa? Eso no es cualquier cosa. Entonces, fue en 2010 que se empezó a hacer un trabajo en los territorios. A los hombres les quedaba muy mal decir: “No, nosotros vamos a hacer un programa para mujeres”, así que lo que hicieron fue convocar a las coordinadoras y consejeras de mujer de cada organización para que se pusieran al frente de la construcción de este programa.

Tiempo después, la MPC reconoció la importancia de este espacio. Este mismo grupo que fue llamado a recoger información, a sistematizar, organizar, diseñar y crear el programa, siguió asistiendo a las sesiones de la Mesa Permanente de Concertación y, en el marco del artículo 13 del Decreto 1397 de 1996, que dice que se pueden crear comisiones temáticas dentro de la Mesa, se definió la Comisión de Mujeres Indígenas de la MPC.

A algunos esto no le sonaba: “No, entonces mañana va a haber comisiones de jóvenes, de viejos”, decían. No fue fácil, pero estas mujeres siguieron y, para el Plan Nacional de Desarrollo 2014-2018, en el Gobierno Santos, entre las propuestas que presentó el Movimiento Indígena, lograron incluir 2 propuestas: una era fortalecer la Comisión Nacional de Mujeres Indígenas, CNMI, y la otra era implementar el programa que se ordenó en el Auto. Entonces, aunque el Gobierno no cumplió, esto sí permitió visibilizar la Comisión y decir: “Aquí estamos”. Algunos decían que esto no existía, pero las mujeres decían: “Aquí estamos en el PND”. 

Luego, en el Plan Nacional de Desarrollo de 2018-2022, se participó en la Consulta Previa, y así fue como logramos que quedara un eje de Mujer, Familia y Generación con 26 acuerdos. Uno de esos acuerdos era formalizar la CNMI a través de un decreto. Para ese entonces estábamos fortalecidas políticamente, en alianza con los delegados de la MPC, y ellos fueron quienes hicieron la presión para que la Comisión se formalizara, porque ésta ya existía. Esta formalización se logró en agosto de 2020. Entonces, ahora tenemos un decreto, que es donde están las funciones de orientar, hacer seguimiento a programas, proyectos y políticas que estén relacionadas con la mujer y la niñez indígena.

La ONIC [Organización Nacional Indígena de Colombia] es una de las organizaciones que pone el paso respecto a los temas de mujer. Tiene una consejería de mujer y niñez y un observatorio que de alguna manera trazan un derrotero para las otras organizaciones que conforman la Comisión. Me parece que esto es muy enriquecedor, pues una orienta y las otras dicen: “Bueno, sí, tal vez en este contexto de la ONIC funciona, pero tal vez en el contexto de otra organización funciona de otra manera”.

Es muy valioso que la trayectoria del Movimiento sirva como base para las mujeres indígenas. Creo que no podríamos solicitar la participación en una consulta previa solas, sino que podemos hacerlo soportadas en todo lo que se ha trabajado; un trabajo en el que, por supuesto, también hemos participado las mujeres.

El Auto 092, que ordenó la creación de 13 programas que protegieran a las mujeres desplazadas por el conflicto armado y en riesgo de estarlo, se emitió en 2008. En dicho auto se señaló que había un impacto desproporcionado sobre la población femenina y enunció 10 riesgos que se cernían puntualmente sobre las mujeres. De ese año acá hubo un acuerdo de paz importante, pero dado que la guerra ha continuado, el problema aún no ha sido resuelto. No está de más recordar aquellos riesgos (no solo riesgos, sino realidades); con ello podremos entender que hay peligros específicos en el marco de esta guerra terrible. Por otro lado, veremos que el trabajo de la Comisión Nacional de Mujeres Indígenas (entre otras cosas, verificar el cumplimiento de uno de aquellos programas ordenados por la Corte Constitucional) es, cuando menos, absolutamente necesario. Los riesgos, pues, son: 1. Violencia sexual en el marco del conflicto. 2. Explotación y esclavización doméstica por parte de los actores armados. 3. Reclutamiento forzado de hijos e hijas. 4. Retaliaciones por relaciones personales o familiares con actores de la guerra. 5. Retaliaciones por liderazgos en función de los derechos humanos. 6. Persecución y asesinato por estrategias de control coercitivo. 7. Asesinato o desaparición de sus proveedores materiales. 8. Despojo de sus tierras. 9. Discriminación étnica. 10. Pérdida de su proveedor o compañero en los procesos de desplazamiento forzado.     

5.

Soy hija de padres líderes. Mi mamá es arhuaca de la Sierra Nevada de Santa Marta y mi padre es misak del Cauca. Me cuentan que mis papás se conocieron acá en esta ciudad [Bogotá] mientras estudiaban. Entonces, siempre tuve en la cabeza todo esto de los derechos, porque mi abuelo además estuvo en la Constituyente. Mi abuelo es Lorenzo Muelas. Mi mamá, por otro lado, se formó como enfermera. Entonces, cuando ella volvió a la comunidad, fue elegida como coordinadora de salud del Pueblo Arhuaco. Esto implicaba que tuviera que viajar por todas las comunidades de la Sierra, conocer, participar en asambleas. Así que mis recuerdos de la niñez son eso: estar en reuniones, acompañar a mi mamá a esos espacios, esperarla ahí afuera. 

Mi mamá, junto a otros líderes de los pueblos de la región, crearon una empresa de salud indígena: Dusakawi. Es una historia bonita, porque se creó un modelo de atención para los indígenas, teniendo en cuenta eso que no existía. Yo le preguntaba: “Bueno, ¿cómo atendían antes?; si alguien estaba muy enfermo en la Sierra y necesitaba una cirugía, porque la medicina ancestral llega hasta un punto, ¿cómo hacían si tenían que ir a un hospital?”. Ella me decía: “No, pues se moría, porque no tenían cómo atenderlo. Por eso nos inventamos esta empresa, para que tuviera acceso a la salud”. Bueno, una historia muy bonita ahí, y creo que eso también me ha marcado con una idea de servicio. 

Mi mamá fue amenazada por los paramilitares en el año 2000, en pleno auge del paramilitarismo, y tuvo que salir de la Sierra. En ese entonces se había separado de mi papá y me envió entonces al Cauca, con mi familia misak. Allá tuve que aprender esa otra historia: ver a mi abuela, saber de dónde venía mi abuelo, cómo se había dado el proceso de ese territorio. Esa formación fue importante. Tiempo después retorné a la Sierra y estudié allá hasta noveno de bachillerato, pero a mi mamá le ofrecieron que fuera directora de Asuntos Indígenas en el Ministerio del Interior. Ella estaba dudando mucho, porque estaba tranquila en la Sierra, pero al final aceptó, y me trajo con ella acá a Bogotá, pues soy la hija menor.

Bueno, nos vinimos a esta ciudad, y nuevamente empecé a acompañarla a las reuniones con los Pueblos Indígenas. Allí fue que aprendí que los indígenas se relacionan con el Gobierno… de Gobierno a Gobierno. Entendí cuáles son las organizaciones, quiénes son los líderes. Terminé el bachillerato y llegó el momento de ingresar a la universidad, pero no sabía qué estudiar, no lo tenía claro. Me incliné al final por el Derecho, pensando en que era una herramienta para los pueblos. Elegí esa carrera, pero seguí, mientras tanto, acompañando a mi mamá. Creo que la Mesa Permanente de Concertación fue una escuela para mí. No era delegada ni nada, pero me iba a escuchar mientras esperaba a mi mamá. Fui aprendiendo, conociendo, entendiendo cuáles eran los puntos importantes en ese escenario. 

Tiempo después sucedió lo que ya conté, la oportunidad de trabajar en la Comisión de Mujeres con estas lideresas. En algunas oportunidades sucedía también que, como la organización de mi pueblo está en la Sierra, ellos no podían asistir a las reuniones acá en Bogotá, así que me pedían el favor de que fuera a las reuniones a tomar apuntes. Esa información era muy importante, me permitió ser un puente, aprender y luego contar lo que aprendía.

Creo que hay muchos liderazgos. Hay mayores que dicen: “No, es que yo soy el líder porque soy mayor, tengo mucha trayectoria y esos jóvenes no saben mucho”. Pero creo que es interesante que haya muchos tipos de liderazgo. Unos son puentes, otros son tradicionales. 

7.

Hay un estereotipo de que los indígenas somos desconfiados, y creo que tenemos que serlo, porque hay experiencias en otros países que no han sido positivas con Gobiernos supuestamente favorables a los pueblos. Por ejemplo, en Ecuador, con Rafael Correa: un Gobierno de izquierda en el que a los Pueblos Indígenas no les fue bien. Entonces, tenemos diferentes experiencias que nos dicen que no podemos confiarnos. Apoyamos al presidente que tenemos ahora, pero sabemos que, si hay que salir a las calles, si hay que manifestarse, pues se hace. 

No damos por hecho que todo vaya a ser fácil. Sabemos que va a haber tensiones. Por ejemplo, hace poco salió la vicepresidenta, en un evento en el Cauca, y dijo que para qué la Consulta Previa, que en lugar de gastar recursos en la Consulta Previa pues prefería priorizar en la construcción de puentes. Entonces, fíjate que los derechos son algo que no debe darse por hecho, que todo el tiempo son una trinchera, como decía un profesor, que uno tiene que estar ahí, ahí, ahí. E imagínate, es un Gobierno amigo, pero el día lunes, cuando se celebraban los 10 años de la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas de las Naciones Unidas, la ministra de Agricultura le dijo a una lideresa indígena: “Si usted no va a tomar decisiones, sálgase de aquí y traiga a alguien que sí va a tomar decisiones”. ¡La ministra de Agricultura de un Gobierno amigo! 

Entonces, las cosas no están dadas, ¿no? Creo que es prudente tener desconfianza, y saber y actuar. A los indígenas todo nos toca así, todo es peliado. Somos conscientes, por ejemplo, de que, teniendo Constitución, tocó tomarse el Episcopado, porque el Gobierno no sabía qué hacer con los artículos que habían quedado reconociendo la autonomía de los Pueblos Indígenas. Entonces, eso no es a las buenas, que usted sí es bonito… ¡no! Esto toca con posturas, en colectivo. Y por eso también es muy importante que haya un Movimiento Indígena sólido y unido.

8.

Creo que la educación para la paz y el reconocimiento deben ser una prioridad en este Gobierno. Yo doy una clase en la Universidad del Rosario que se llama Mujeres Indígenas – Tejiendo Resistencia y, semestre a semestre, se inscriben en ella 20 jóvenes, chicos y chicas. Me ha parecido muy interesante porque ellos son sinceros y me dicen: “Yo busqué indígena y me salió esto, y acá en esta universidad no enseñan nada indígena, y la inscribí porque no se nada, absolutamente nada”. Entonces yo les digo: “Fíjense que personas que no conocen nada sobre los pueblos son los que se gradúan y a los pocos años se sientan a trabajar en las instituciones, y, por eso, no llegan a entender lo que representan los Pueblos Indígenas o lo que significan conceptos como la autonomía”. Por eso creo que la educación es una gran puerta, no solo para reconocernos como diferentes.

 ¡Cómo es posible que en Colombia no se enseñe qué fue el genocidio de la cauchería, o qué fue lo que hicieron las misiones capuchinas en el país! ¡Cómo es posible que haya tanta ignorancia sobre estos hechos! Esto nos hace falta, conocer nuestra propia historia. Comprendiendo nuestra propia historia, nos damos cuenta de que los muiscas no son los que aparecen en los libros, que supuestamente ya no existen, sino que están presentes y que hay otros pueblos con otras costumbres; también podemos superar esos imaginarios racistas, por ejemplo, de que las mujeres indígenas en sus comunidades son víctimas y las autoridades son unos violadores. Hay todo un trabajo que hacer en cuanto a la educación. Creo que esa es una gran puerta. Ahí he tenido discusión con compañeros indígenas que dicen: “Pero no es nuestro deber educar al que no sabe; tras de todo nos imponen esta carga”. Y sí, tienen razón, pero habrá gente que sí quiere hacer pedagogía y está en su derecho. Y ahí también hay una responsabilidad de parte del Estado, con la reparación, ahora con la justicia transicional, con la Comisión de la Verdad. Y la sociedad también debe asumir su responsabilidad.

Hay que reconocer la diversidad, que somos 115 pueblos, y cada uno tiene su historia, tiene sus especificidades. Eso es muy importante tenerlo presente. Por ejemplo, a veces, cuando hablamos de mujeres indígenas, todos se imaginan a la misma mujer, y no, ¡hay tanta diversidad!; de río, de montaña, de altiplano. Entonces, la pregunta es: cómo invitar a reconocerse en esa diversidad… 

9.

No me gusta hablar de mitologías, porque se entiende mal: que el mito, la leyenda, que lo del indio es eso, un cuento y ya. Nuestra identidad está en las leyes de origen, es nuestro derecho, son nuestras constituciones. Resulta que esas historias son nuestros códigos. En el caso del Pueblo Misak, dice que somos hijos del agua; ahí hay una relación con el páramo, con las lagunas. En el caso del Pueblo Arhuaco, somos 4 pueblos en la Sierra Nevada de Santa Marta y somos los hermanos mayores. Entonces, hay toda una identidad, hay unos pueblos con una riqueza cultural muy importante, y hay mucho que investigar. 

Pero me inquieta mucho que, desde la academia, por ejemplo, a veces se plantee un escenario muy científico, que desconoce, que atropella. Hemos puesto sobre la mesa que las mujeres indígenas tienen unas metodologías de investigación a partir de sus conocimientos ancestrales. Que ¿cuáles son?, los tejidos, los cantos, las pautas de crianza, la danza. Todo esto genera conocimiento en los pueblos. Esto es un mundo muy enriquecedor y bonito. Uno se pone a revisar hacia adentro de las comunidades y quienes tienen todo ese conocimiento son las mujeres. Entonces, claro, conocemos hacia adentro, pero luego tienen que reconocernos hacia afuera en las políticas, en los derechos, en las acciones. 

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