Mientras no se apague el sol – vol. 3

Este mes de agosto, el proyecto editorial de la Secretaría Técnica Indígena de la Mesa Permanente de Concertación ha dado a luz un nuevo volumen de la colección Mientras no se apague el sol, que recoge algunas voces relevantes del Movimiento Indígena colombiano en las últimas décadas. Presentamos una breve reseña del libro y un fragmento de una de las líderesas que aportaron su voz en esta tercera entrega.

Este mes de agosto, el proyecto editorial de la Secretaría Técnica Indígena de la Mesa Permanente de Concertación ha dado a luz un nuevo volumen de la colección Mientras no se apague el sol, que recoge algunas voces relevantes del Movimiento Indígena colombiano en las últimas décadas. Presentamos una breve reseña del libro y un fragmento de una de las líderesas que aportaron su voz en esta tercera entrega.

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El Movimiento Indígena colombiano ha trabajado sostenidamente, durante décadas, por transformar las realidades de sus comunidades y sus territorios. Es bien sabido que en el trasegar histórico de nuestro país, los Pueblos Indígenas han tenido que enfrentar circunstancias hartamente adversas. No obstante, también hay que señalar que, pese a los reveces, en esa misma historia se ha tejido un capítulo importante de resistencias y logros: en los últimos 50 años, el Movimiento Indígena ha alcanzado una serie de derechos que habían sido negados desde los tiempos de las primeras invasiones europeas. 

Esta historia −de adversidades y reivindicaciones− está todavía por ser escrita, sobre todo, por sus propios voceros, por los propios líderes y lideresas que asistieron a cada minga, a cada toma, a cada recinto de diálogo. Desde la Secretaría Técnica de la Mesa Permanente de Concertación, y desde la Consejería Mayor de la ONIC, entonces, se ha dado inicio a un proyecto de recolección de voces que terminen de contar la historia reciente. En dicha empresa se han logrado ya tejer tres volúmenes del título Mientras no se apague el sol – Voces del Movimiento Indígena en Colombia, el último de los cuales acaba de salir a la luz.

En este tercer volumen de memorias se han integrado las voces de Rufina Román (Pueblo Uitoto), Francisco Rojas Birry (Pueblo Embera), Norey Maku Quigua (Pueblo Arhuaco), Saraith Iguarán (Pueblo Wayúu) y Abadio Green (Pueblo Gunadule). Ya en los dos primeros volúmenes se habían socializado relatos de otros 13 líderes y lideresas de diferentes pueblos: Eulalia Yagarí, Alfonso Peña Chepe, Miriam Chamorro, Julio César Estrada, Dunen Muelas, entre otras.

Esta configuración de voces ha alcanzado a dibujar un panorama amplio de lo que ha sido la lucha indígena a través del territorio nacional. En los relatos publicados, se pueden percibir las resistencias que se han llevado a cabo en territorios diversos, desde la alta Guajira y la Sierra Nevada, hasta los bosques y selvas del Putumayo, del Vaupés y del Amazonas, pasando por los islas y costas del Caribe, las montañas del Catatumbo, del Cauca y de Nariño, los resguardos de Antioquia y Chocó, y, por supuesto, los recintos de la capital.

Este mes de agosto, el proyecto editorial de la Secretaría Técnica Indígena de la Mesa Permanente de Concertación ha dado a luz un nuevo volumen de la colección Mientras no se apague el sol, que recoge algunas voces relevantes del Movimiento Indígena colombiano en las últimas décadas. Presentamos una breve reseña del libro y un fragmento de una de las líderesas que aportaron su voz en esta tercera entrega.

Estos libros se han estado distribuyendo sin ningún costo en los distintos escenarios propiciados por la Mesa Permanente de Concertación y por la Organización Nacional Indígena de Colombia, pero también podrán ser consultados en las bibliotecas públicas del país: la Luis Ángel Arango y la Biblioteca Nacional, y en la página web de la MPC.

En esta ocasión, queremos compartir un fragmento de uno de los relatos expuestos en el volumen 3 de Mientras no se apague el sol, uno que nos habla de un problema actual y fundamental para los Pueblos Indígenas, el de la nutrición de los niños de la Guajira.

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Voz de Saraith Iguarán – Pueblo Wayúu
Mientras no se apague el sol – Vol. 3

Al regresar al territorio, después de conocer el Movimiento Indígena, después de saber cómo era su organización, cómo estaba constituido, sus lemas, sus principales luchas, me concentré en los problemas alrededor de la infancia indígena. Fueron mis últimos años en la universidad y, con varias amigas wayúu y de la Sierra, dijimos: “Creemos una entidad para proteger a la niñez indígena”. Fue así como en el 2004 creamos la Fundación Talat’sh Tepichi, que significa, en wayuunaikii, “niños felices”, y la iniciativa era promover la protección integral de los niños indígenas desde la cosmovisión propia de cada uno de los Pueblos Indígenas, pero también muy articulada a las organizaciones de base, sobre todo a la ONIC. Reivindicamos que existe una serie de prácticas y conocimientos ancestrales que brindan protección a los niños y niñas indígenas en cada pueblo indígena y que esto debe fortalecerse. Lo que ha hecho el sistema oficial y los gobiernos de turno ha sido debilitar este manto de protección propio de los pueblos originarios.

Iniciamos con el Fondo Holandés para los Pueblos Indígenas, a través de la ejecución de nuestro proyecto Escuela Itinerante de Derechos Indígenas y Derechos de los niños desde la Cosmovisión Wayúu. En los primeros años de este trabajo, 2004 y 2005, nos pudimos dar cuenta de lo que estaba pasando en los territorios. El tema de la desnutrición por falta del acceso a los derechos fundamentales no es un tema nuevo. Inclusive, en esa época, los periódicos daban a conocer los fallecimientos por desnutrición y por tuberculosis de los niños kogui; sobre los wayúu se guardaba silencio en la prensa. Esa fue una realidad que nosotros pudimos palpar en esa escuela con la que recorríamos las comunidades, y que nos llevó a hacer, el 6 de octubre de 2006, el Encuentro por la Niñez Indígena de La Guajira.

No trabajamos solamente sobre la niñez wayúu, sino sobre la niñez indígena de La Guajira. Junto a los cabildos kogui, las organizaciones wiwa y wayúu, tratamos de visibilizar toda esta situación frente a las entidades responsables: Unicef, Procuraduría, Ministerio de Salud, Gobernación de la Guajira, las alcaldías de los municipios más afectados, en fin, todas las entidades responsables de la política de la infancia. Por supuesto, también el ICBF [Instituto Colombiano de Bienestar Familiar].

Fue, creo, una de las primeras denuncias de la situación. La fundación, de por sí, fue una de las primeras instituciones que nació con este propósito en Colombia, de enfocarse en la niñez indígena, contando con la visión de los pueblos. Hemos estado acompañando todas las denuncias frente al Estado por parte de los principales líderes y organizaciones que han estado trabajando en la reivindicación de los derechos de la niñez wayúu. Cada vez se hizo más inminente dar a conocer a la nación lo que estaba sucediendo con la niñez indígena, porque en el departamento no pasaba nada, según la institucionalidad responsable de sus derechos.

Después llegó un director de Planeación Departamental que reconoció esta realidad, e hizo un estudio en el que daba la cifra oficial de 4770 niños fallecidos por causas asociadas a la desnutrición en un período de 4 años. La cruel cifra se le empezó a notificar al país. La principal denuncia la hizo Pirry, a través de un programa de televisión al que invitó a la líder wayúu Matilde López Arpushana, quien venía trabajando en la defensa de los niños y niñas wayúu, dada la magnitud de esta tragedia.  Solo en este año la sociedad colombiana conoció la tragedia que ha venido afrontando el Pueblo Wayúu. Pero también había muchas denuncias porque, a pesar de la situación, no había una respuesta efectiva del Estado, y en cambio sí una profunda indolencia de las instituciones a nivel local y regional.

La Asociación Shipia Wayuu también venía denunciando la crisis humanitaria del Pueblo Wayúu. La solidaridad nacional se fue entrelazando a través de personajes como Gonzalo Guillén y Carolina Sáchica, la abogada que acompañó este proceso de la mano de esta asociación, liderada por el wayúu Javier Rojas. Fue así como lograron establecer grandes reclamaciones a nivel internacional, ya que el Estado colombiano tenía una probada responsabilidad frente a la sistemática violación de los derechos de las niñas y los niños wayúu en Colombia. Se encausó entonces una denuncia frente a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, lo cual llegó a concluir con una decisión de este tribunal internacional en diciembre de 2015, la Resolución 60, donde ordena proteger la vida y la integridad física de los niños, niñas y adolescentes wayúu, garantizando los derechos a la salud, al agua y a la alimentación. Así mismo, la Corte Constitucional tomó decisiones con respecto a las denuncias adelantadas por Shipia Wayúu en sentencias como la 155 de 2015 y la 466 de 2016.

Este fue entonces un momento muy importante, en que empezaron a aglutinarse diferentes expresiones y organizaciones wayúu que buscaron por diferentes medios hacer cumplir la constitución y los tratados internacionales que protegen a los niños y niñas, frente a todos los niveles de Gobierno.

Este mes de agosto, el proyecto editorial de la Secretaría Técnica Indígena de la Mesa Permanente de Concertación ha dado a luz un nuevo volumen de la colección Mientras no se apague el sol, que recoge algunas voces relevantes del Movimiento Indígena colombiano en las últimas décadas. Presentamos una breve reseña del libro y un fragmento de una de las líderesas que aportaron su voz en esta tercera entrega.

En 2017, la Corte Constitucional emitió una sentencia unificadora, la T-302 de 2017, donde declaró el estado de cosas inconstitucional en el tema de los niños y niñas wayúu, dando respuesta a la denuncia de tutela interpuesta por Elson Rafael Rodríguez, un alijuna [no indígena] que reclamó el cumplimiento de las medidas cautelares exigidas por la CIDH al Estado colombiano.

La Corte, antes de emitir la sentencia, acudió al territorio wayúu y generaron 7 diálogos en diferentes zonas de la península con las comunidades. Fue así como en febrero de 2017, después de haber ido a Puerto Estrella, Tawaira y Nazareth, en la Zona Norte Extrema de la Alta Guajira, la Corte bajó a mi comunidad, Zucaramana. Yo ahí estuve encargada de convocar a las autoridades tradicionales de toda la zona, en el corregimiento de Irraipa. Entre todos, en diálogo con los magistrados, pudimos explicarles por qué los niños y niñas wayúu estaban falleciendo. Luego estos siguieron hacia Manaure, Uribia y Riohacha.

Es cierto que había muchos estudios sobre la situación, de la Defensoría y otras instituciones, pero la Corte se tomó el trabajo de escuchar directamente, como nunca se había hecho, a las autoridades tradicionales y a las comunidades, y eso, de por sí, dio otro contenido, otro espíritu a la sentencia. Mediante estas visitas in situ, la Corte pudo constatar la vulneración sistemática, desproporcionada, masiva, generalizada y prolongada de los derechos fundamentales de los niños y niñas wayúu. Como consecuencia, la sentencia fue muy acertada, tiene una lectura totalmente integral del asunto y procedió a declarar el Estado de Cosas Inconstitucional en lo referente a los niños y niñas del Pueblo Wayúu.

La Corte Constitucional determinó que las muertes de miles de niños y niñas wayúu asociadas a la desnutrición son una tragedia con múltiples causas. Son muchos los factores por los cuales han fallecido tantos niños en La Guajira. En la historia del Pueblo Wayúu, hay puntos que nos marcan significativamente, como el proyecto de El Cerrejón, que ha provocado un impacto tremendo a nivel territorial, a nivel familiar; es un trayecto muy largo que atraviesa toda la península. Se habló mucho de las negociaciones que se dieron en su momento, totalmente salidas del orden, y eso configuró toda una serie de problemas sociales que nunca fueron reconocidos como tal, pero que quedaron allí. Fueron muchas las comunidades que tuvieron que ir a otros territorios por este proyecto, sin condiciones para vivir dignamente. Ese fue un punto que nos marcó de manera definitiva. Estamos hablando de finales de los setenta y de los ochenta.

También está el tema del cambio climático, que nosotros venimos viviendo desde hace mucho tiempo. Quizás el presidente [Petro] se enfoca mucho en la Amazonía cuando habla del cambio climático, pero nosotros como península desértica estamos viviendo esos impactos desde hace tiempo, porque teníamos unos periodos constantes de lluvias, unos periodos cíclicos, que definían a su vez los tiempos de cosecha en la mayoría del territorio wayúu, pero esto cambió totalmente. Empezamos a tener temporadas de 2 y 3 años donde no había lluvias, y eso trastornó toda la economía familiar, la manera como se sobrevivía y las tradiciones alimentarias y productivas propias del Pueblo Wayúu*.

*Encuentre el relato completo en el libro Mientras no se apague el sol – vol.3

Por Redacción MPC

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